Trata de
mujeres: un infierno de múltiples caras
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La trata de personas afecta a más de 20 millones
de personas en todo el mundo.
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Mujeres que la sufrieron y lograron salir han
elaborado la primera guía sobre trata hecha por víctimas.
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Está destinada tanto a prevenir a nuevas
víctimas como a ayudarlas a escapar si ya han caído en redes de tráfico de
seres humanos.
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También
está dirigida a las organizaciones de ayuda. "Aprendí de ellas la cantidad
de estrategias espirituales que desarrollaron para sobrevivir", dice la
experta que las ayudó.
"Tengo miedo, no soy capaz de abrir los ojos. Siento algo mojado y caliente que se pega a mi espalda. Es el pis de la chica que está a mi lado. Somos 18 (...). Me arrastran a una habitación con un colchón y siento cómo pasan tres hombres por mi cuerpo. Solo quiero morirme". Pero Rowena (nombre ficticio), una joven filipina a la que engañaron haciéndole creer que la reclutaban para "trabajar de camarera en Japón", no se murió.
"Tengo miedo, no soy capaz de abrir los ojos. Siento algo mojado y caliente que se pega a mi espalda. Es el pis de la chica que está a mi lado. Somos 18 (...). Me arrastran a una habitación con un colchón y siento cómo pasan tres hombres por mi cuerpo. Solo quiero morirme". Pero Rowena (nombre ficticio), una joven filipina a la que engañaron haciéndole creer que la reclutaban para "trabajar de camarera en Japón", no se murió.
Ella, como muchas de las víctimas de la trata de seres humanos, una lacra
que afecta a más de 20 millones de personas en todo el mundo, tomó la decisión
de sobrevivir, escapar y reconstruirse. Por ese orden. Y lo consiguió. Ahora,
Rowena y otras 21 mujeres de distintos países que vivieron diversas formas de
trata han conseguido transformar sus
vivencias en una guía con un doble objetivo: por un lado, ofrecer un
salvavidas a otras mujeres atrapadas en las redes de la explotación y la
esclavitud; por otro, sensibilizar a la sociedad y a las instituciones sobre la
verdadera dimensión de este delito y sus múltilples caras, así como orientarles
para identificar y ayudar correctamente a las víctimas que lo padecen. Fue como meter la cabeza en el
infierno
“Queremos llegar a muchas mujeres del mundo,
a víctimas y a posibles víctimas. Animarlas a que se cuiden, a escapar y
hacerles entender que pueden reconstruir sus vidas”. Así lo explica Helga
Flamtermesky, el ‘hada madrina’ que dio forma al proyecto. Tras muchos años
trabajando en España con mujeres inmigrantes, Helga, psicóloga social, decidió
iniciar una investigación para su doctorado. “Contacté a las mujeres gracias a
mi trabajo como mediadora intercultural, pero aquello se me fue de las manos”,
explica. Recorrió España de arriba abajo, pasó dos años en EE UU, seis meses en
Filipinas, idas y venidas a Colombia… Lo que Helga descubrió fue tan
sobrecogedor que enfermó durante un año. “Sufrí
ataques de pánico y parálisis facial. Cada vez que intentaba hablar de lo
que había visto y oído, la boca se me inmovilizaba", cuenta. “Fue como
meter la cabeza en el infierno”. Y entonces surgió 'Mujer frontera', un espacio
virtual para la comunicación entre estas mujeres que, a base de poner en común
sus experiencias y conocimientos, lograron convertirse en agentes sociales,
capaces de hacer propuestas y recomendaciones tanto a víctimas como a expertos,
políticos y organizaciones. Estas propuestas tomaron forma y se convirtieron en
la primera guía sobre trata de mujeres
hecha enteramente por víctimas que la padecieron. Vio la luz a finales de
mayo en inglés, francés y español y desde entonces más de 3.000 personas se la
han descargado. “Desde que la publicamos en (www.mujerfrontera.org) hemos
tenido una avalancha de visitas y nos han escrito miles y miles de personas de
todo el mundo”, cuenta Helga satisfecha, aunque es consciente de lo mucho que
queda por hacer.
Distintos
tipos de trata .La explotación sexual es la modalidad más visible. En
España, según los últimos cálculos policiales, hay unas 37.000 mujeres
obligadas a prostituirse. Sin embargo esto es solo una de las formas de este
delito. Todas sus caras, no obstante, tienen ingredientes comunes: engaño,
coerción, violencia, sometimiento, amenazas, esclavitud, control, humillación.
Un cóctel que conocen bien las mujeres que han elaborado esta guía. Como Hana,
víctima de trata con fines de tráfico de
órganos. Y ocurrió aquí, en España, “un país donde a la gente y a las
autoridades les cuesta creer que existan otras formas de trata aparte de la explotación sexual”.
A Hana la encerraron en un piso durante varios
meses su primo y su novio, que la trajo con la falsa promesa de amor y estudios universitarios.
No la violaron ni le pegaron; solo le
inyectaban algo que pronto supo que no era droga. También la obligaban a hacer
ejercicio, untarse cremas y la dormían varios días al mes. Al poco descubrió el
misterio: la estaban hormonando porque extraían sus óvulos para venderlos. Hoy,
13 años después, Hana vive feliz junto a su esposo y su hijo, pero necesitó
tratamiento psiquiátrico para afrontar su embarazo.
También fue aquí, en España, donde
Marielita pasó varios meses trabajando
en régimen de esclavitud.
En España son preocupantes
la explotación sexual y los llamados matrimonio serviles
Viajó de Bolivia a Barcelona en 2005 para trabajar con una familia española como empleada doméstica. No sabía leer ni escribir. Marielita dormía en el suelo de la cocina, no tenía un solo día para salir, no le dieron nunca ni un euro y tenía una deuda grande con sus “patrones” por el viaje. Los trabajos forzados se suelen dar en servicio doméstico, pero también en fábricas, trabajos de campo, minería, mendicidad obligada… Sin embargo, la forma de trata de mujeres más común en España, según Helga, es la que se conoce como matrimonios serviles. El modus operandi es casi siempre el mismo: un hombre, en este caso español, contacta a una extranjera por Internet, la camela, viaja a su país, conoce a su familia, se muestra como el príncipe azul y finalmente, se casan. Pero al regresar al país de origen del hombre comienza la pesadilla. Katy empezó a darse cuenta de la suya cuando su marido empezó a volverse violento con el sexo. Luego pasó directamente a violarla.
Viajó de Bolivia a Barcelona en 2005 para trabajar con una familia española como empleada doméstica. No sabía leer ni escribir. Marielita dormía en el suelo de la cocina, no tenía un solo día para salir, no le dieron nunca ni un euro y tenía una deuda grande con sus “patrones” por el viaje. Los trabajos forzados se suelen dar en servicio doméstico, pero también en fábricas, trabajos de campo, minería, mendicidad obligada… Sin embargo, la forma de trata de mujeres más común en España, según Helga, es la que se conoce como matrimonios serviles. El modus operandi es casi siempre el mismo: un hombre, en este caso español, contacta a una extranjera por Internet, la camela, viaja a su país, conoce a su familia, se muestra como el príncipe azul y finalmente, se casan. Pero al regresar al país de origen del hombre comienza la pesadilla. Katy empezó a darse cuenta de la suya cuando su marido empezó a volverse violento con el sexo. Luego pasó directamente a violarla.
La encerraba con llave y solo podía salir si
él la acompañaba. Gritos, golpes, silencios… La suplantó por Internet para
pedir dinero a su familia y la mantuvo incomunicada. Y así, Katy conoció
el infierno, hasta que pudo escapar gracias a la ayuda de una vecina.
“Es
como la violencia de género, pero además hay premeditación, porque el
captor’ lo planea todo antes de ejecutar su plan”. Muchas acaban atadas, semidesnudas y malnutridas. “Una de las cosas
que aprendí de estas mujeres es la cantidad de estrategias a nivel espiritual
que fueron capaces de desarrollar para soportar la trata y no suicidarse”,
afirma Helga.
Por eso, otro de los objetivos de las
autoras de esta guía es la de reivindicarse como personas capaces de decidir sobre sus vidas y transformarse. No quieren ser
víctimas eternas y estáticas. “Durante la trata tomaron decisiones para
sobrevivir, para aguantar, para escapar”, recuerda Helga. Porque la mayoría
salieron así, escapando. Solo unas cuantas fueron rescatadas, casi siempre en
los casos de explotación sexual. E incluso así, si se trató de un rescate,
tienen capacidad y derecho a decidir. Si quieren denunciar o no, si
quieren volver a su país o no, si lo cuentan a sus familias o no. Tienen la
capacidad y el derecho a decidir cómo reinventarse .
Miedo
al estigma
“Su pelea es que se las tenga en cuenta
porque han logrado muchas cosas”, explica esta psicóloga social . “La gente
identifica trata con prostitución y muchas temen este estigma. Sobre todo si no
lo han sido”, lamenta Helga. “Es
esencial que no se sientan obligadas a nada”, añade. Y es que las mujeres
víctimas de trata son en su mayoría inmigrantes. Todas vinieron engañadas, a
muchas les quitaron la documentación, otras no conocen bien el idioma, tienen
miedo a quedar marcadas o a manchar el honor de la familia. Por eso, muchas
optan por callar y no denunciar. Esta guía incide mucho en esto, en la necesidad
de conocer y comprender la problemática de las víctimas para poder ayudarlas
realmente. Muchas mujeres se han encontrado con que no las creyeron
cuando fueron a pedir ayuda.
Muchas
mujeres se han encontrado con que no las creyeron cuando fueron a pedir ayuda.
“El problema es que hay mucho desconocimiento”, dice Helga. Su proyecto ‘Mujer Frontera’ es ahora parte de la plataforma europea creada por la UE para abordar el tema de la trata. Sin embargo, en su periplo para hablar con políticos, autoridades y autores de los manuales y protocolos internacionales de atención a víctimas de trata, se encontró con que ni uno solo de ellos había estado al frente una alguna vez. “Hablaban de víctimas imaginadas desde un escritorio”
Estas no lo son. Esta una guía para víctimas
hecha por víctimas, por eso la consideran esencial a la hora de abordar el
problema. “En España, como en el resto
del mundo, es esencial que se sensibilice y se capacite al personal adecuado. Psicólogos,
policía, trabajadores sociales… Muchas mujeres se han encontrado con que no las
creyeron cuando fueron a pedir ayuda alegando que ese tipo de trata no existe
en este país”, lamenta Helga. “Pediría
que se tuviera en cuenta a las víctimas a la hora de diseñar políticas y
acciones que tengan que ver con ellas".“El problema es que hay mucho desconocimiento”, dice Helga. Su proyecto ‘Mujer Frontera’ es ahora parte de la plataforma europea creada por la UE para abordar el tema de la trata. Sin embargo, en su periplo para hablar con políticos, autoridades y autores de los manuales y protocolos internacionales de atención a víctimas de trata, se encontró con que ni uno solo de ellos había estado al frente una alguna vez. “Hablaban de víctimas imaginadas desde un escritorio”